BENITO VARELA JÁCOME, INVESTIGADOR EN DISTINTOS CAMPOS DE LA LITERATURA


Fue uno de los grandes intelectuales que ha dado, la tierra de Deza, quizá poco conocido y valorado. Lalinense ilustre y catedrático distinguido, escritor, crítico e investigador en distintos campos literarios. Es sin duda alguna uno de los mejores estudiosos e investigadores gallegos, de los últimos tiempos,  se ocupó de los grandes narradores y de la novela universal. Fue uno de los escritores gallegos más preparado en crítica literaria, especialmente en poesía. Su labor literaria fue abundante, especialmente la crítica, en periódicos y revistas nacionales y de América y en numerosas publicaciones de investigación literaria.

Biblioteca "Varela Jacome" de Lalín

Antigua biblioteca «Varela Jácome» de Lalín/AVN

Humanamente era una persona “enorme” y que dedicó toda su vida a la docencia que ejerció “con rigor y ternura”, desde la Universidad de Santiago hasta la Complutense de Madrid. Era una persona humilde, cuando lo homenajeaban siempre decía “No creo que merezca tantos honores”. Siempre andaba de prisa, porque era un hombre de muchas preocupaciones, únicamente aparentaba quietud y serenidad cuando, en compañía de “Borobo” y Aquilino Iglesias Alvariño, entre otros, daban cuenta, en los mediodías compostelanos, de algún plato de sardinas asadas, en un bar de Entremurallas, mientras conversaban sobre diversos temas de la cultura, en aquel inolvidable ateneo.

BENITO VARELA JÁCOME, nació en Viñoa, parroquia de  Santa María de Sotolongo, el 6 de marzo de 1919, en el ayuntamiento de Lalín, provincia de Pontevedra, hijo de Adriano Varela Silva, vivió los primeros años de su juventud en la aldea de Barcia, así lo cuenta en un artículo que escribió sobre el castro de Barcia, en el que narra cómo pasaba las tardes leyendo, contemplando y disfrutando de la naturaleza y del canto de los pájaros en aquel frondoso castro. Cursó el bachillerato en Pontevedra y la carrera de Filosofía y Letras, en la rama de Geografía e Historia en la Universidad de Santiago; perteneció al Sindicato Español Universitario (SEU), desempeñando la jefatura del mismo en su Facultad; en 1956, se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense, con una tesis sobre las novelas de Emilia Pardo Bazán, titulada “Doña Emilia Pardo Bazán y las tendencias novelísticas de su tiempo”. Antes tuvo que pasar  por dos experiencias muy diferentes, a los 16 años hizo un viaje a Argentina, con una estancia de casi un año, donde tenía unos parientes,  a su regreso, participó en la Guerra Civil, como soldado en la batalla del Ebro.  En 1943, recién licenciado empieza a dedicarse a la docencia, la crítica literaria y la investigación en historia literaria.

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Benito Varela Jácome

El primer trabajo como docente lo desempeña en el colegio Minerva de Santiago. En 1960 obtuvo por oposición la cátedra de Lengua y Literatura Española en el Instituto de Enseñanza Media en San Sebastián; fuera de las aulas en esta ciudad, ejerció la crítica literaria en diarios, emisoras de radio locales, dio conferencias, participó en tertulias y debates. Fruto de estas actividades fue en 1962 el libro Novelistas del siglo XX, que constituirá el embrión de una de sus obras fundamentales y  La renovación de la novela en el siglo XX,  publicado en 1967.

Vuelto a Galicia  ejerció la docencia en el Instituto Masculino de la Coruña y en 1964 se trasladó al Instituto Arzobispo Gelmírez de Santiago y colaboró al mismo tiempo con la Universidad de Santiago, explicando la asignatura de Crítica Literaria y de Literatura Hispanoamericana.

En 1977 opositó y obtuvo la plaza de profesor Agregado de  Literatura Hispanoamérica en la Universidad Complutense de Madrid y allí dirigió este departamento varios años. En 1980 regresó a la Universidad de Santiago y fue nombrado director del Departamento de Literatura Española, ocupando la Cátedra de Literatura Hispanoamericana, que desempeñó hasta su jubilación en 1989. Debido a su prestigio fue nombrado Presidente Honorario de la Asociación española de Estudios Literarios Hispanoamericanos, desde su creación en 1992. Perteneció a la Real Academia Gallega como miembro correspondiente. Desde finales de la década de los cuarenta colaboró con el Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos del CSIC, presidido por Sánchez Cantón, donde tuvo,  entre otros, como compañeros a importantes intelectuales del momento: Filgueira Valverde, Bouza Brey, Fraguas, Bonet Correa, etc., desempeñó el cargo de bibliotecario. Fue nombrado Catedrático Emérito y en 1994, Director de la Cátedra de Cultura Cubana Alejo Carpentier de la Universidad de Santiago. Ese mismo año la Xunta de Galicia le concedió la Medalla Castelao, en reconocimiento a su labor docente e investigadora. En el año 2002, el Ayuntamiento de Lalín dio el nombre de “Benito Varela Jácome” a la Biblioteca Municipal.

Fue miembro de varias instituciones españolas, americanas y europeas. Fue Vicedecano del  Colegio de Doctores y Licenciados de Galicia. En 1962, recibió el premio “Pérez Lugín”. El Ministerio de Educación le concedió la Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio, por su densa labor como crítico e investigador. Es también colegiado distinguido del Distrito de Santiago. Obtuvo varios premios literarios, entre ellos los de los Juegos Florales de Gandía, en los de la Marina y en algunos certámenes periodísticos, por ejemplo, el que conmemoraba el milenario del monasterio de Sobrado, en que conquistó el segundo. También fue premiado por algunos trabajos monográficos convocados por el Centro Gallego de Madrid. El Colegio Nacional de Doctores y Licenciados, le concedió un premio por sus trabajos literarios.

Además de la docencia, una de sus actividades más importante fue investigar y escribir sobre literatura. En cuanto a la literatura hispanoamericana realizó varios estudios, escribió muchos artículos, notas y reseñas sobre diversos autores y textos de todas las épocas de las letras hispanoamericanas. Fue maestro de hispanistas. Su actividad docente e investigadora sobre la Literatura Hispanoamericana, ha dado lugar a la publicación de algunos libros y ediciones esenciales en el marco de estos estudios. Podemos enumerar sus ediciones del teatro de Juan Ruiz de Alarcón, de la poesía de Gertrudis Gómez de Avellaneda, del Facundo de Sarmiento, de María de Jorge Isaacs, de Aves sin nido de Clorinda Matto de Turner, de la prosa de José Martí. Como monografías son esenciales El cuento hispanoamericano contemporáneo (1976) y La novela hispanoamericana del siglo XIX, junto a otros trabajos menos extensos como Estructuras novelísticas de Lezama Lima (1977), Estructuras profundas en Pedro Paramo (1980), Función de los modelos culturales en la novelística de Sábato (1983), Tensiones españolas en la “Consagración de la primavera” (1986), en 1980,  Leopoldo Alas “Clarín”;  y otros trabajos sobre Julio Cortázar, Huidobro, Vallejo o García Márquez.

BIBLIOTECA DE LALIN

Edificio de la biblioteca Benito Varela Jácome de Lalin / Foto de Daniel González Alén.

A esta producción americanista, unió  siempre una amplia dedicación a la literatura gallega, con estudios y ediciones esenciales sobre Rosalía de Castro, Castelao o Álvaro Cunqueiro. En su obra Singraduras da narrativa galega (1973) sigue la evolución del relato en gallego desde finales del siglo XIX hasta las últimas tendencias narrativas e incluye el estudio de dieciocho autores, con textos ilustrativos que abarcan desde Castelao a Neira Vilas. En 1950, aparece  Historia de la literatura gallega, que comprende a los escritores gallegos que han tenido como medio de expresión el  latín, el castellano y el gallego. Don Ramón María Aller Ulloa asistió a la presentación de esta obra. Sobre la poesía gallega, publicó en 1953, la antología “Poetas gallegos”, que   abarca toda la producción poética bilingüe desde la lirica primitiva hasta la actualidad, también sobre poesía publicó Estilística de la poesía gallega. Sobre literatura gallega escribió los capítulos de la  Historia de las literaturas Hispánicas: La literatura en Galicia en el siglo XVIII y La prosa en Galicia en el XIX y un estudio sobre La técnica narrativa de Valle Inclán. En 1973, publicó Estructuras da narrativa de Castelao.

Es el principal responsable del descubrimiento y recuperación de la obra de doña Emilia Pardo Bazán, publicó un buen número de trabajos en diversas revistas y periódicos, sobre las relaciones entre doña Emilia, Rosalía y Murguía, trabajos que culminaron con su obra fundamental sobre doña Emilia: Estudios novelísticos de Emilia Pardo Bazán. Escribe en el periódico La Noche,  que Emilia Pardo Bazán se casó con el hidalgo don José Quiroga y Pérez de Deza, caballero de la Real Maestranza de Ronda, fina y entera estampa de señor, de cuyo matrimonio nació don Jaime Quiroga y Pardo Bazán, segundo Conde de la Torre de Cela, caballero del hábito de Santiago y de la Real Maestranza de Ronda. José Quiroga tenía raíces dezana, ya que su familia poseía un pazo en Quintela (Catasós), a donde venía a pasar las vacaciones de verano.

Tuvo también, una amplia dedicación a la literatura española en general, estudios y ediciones sobre Espronceda, Larra, Clarín Galdós, Valera, Valle Inclán, Pío Baroja, etc.  Trabajó sobre prosa y teatro del siglo XVII, sobre la novela del XX, pero sus preferencias se volcaron hacia el siglo XIX, especialmente la evolución de su ficción narrativa, a cuyos autores dedicó estudios y ediciones imprescindibles. Sobre literatura española, publicó en 1974, Estructuras novelísticas del siglo XIX; en 1981, La prosa barroca en el siglo XVI.

La crítica, la didáctica y la teoría literaria tuvieron también importantes contribuciones en Nuevas técnicas del análisis de textos (1981) y Análisis estructural de novela, poesía y teatro (1985). En un libro como Estructuras novelísticas del siglo XIX (1973) abordó la reflexión sobre modelos europeos.

Como articulista y crítico literario su firma aparece al pie de numerosos artículos y reseñas periodísticas en diversos periódicos, entre otros en el Faro de Vigo;  especialmente en el periódico compostelano, La Noche, donde publicó  un número de artículos muy importante; citamos a continuación algunos de los títulos: Galicia y Azorín; Pastor Díaz y la Saudade; Cervantes dramaturgo; Humanización del paisaje; La “Historia de San Michelle”; Antecedentes del “Fausto” en la literatura española; Singladura poética con Manuel Antonio;  Aportación de Galicia a la novela actual;  Medio siglo de novela gallega; Exaltación histórica en el teatro de Marquina; La corte literaria de madame de Stahl;  Gil y Carrasco en el primer centenario de su muerte; Desarrollo de la literatura al calor de la conquista;  El ruiseñor y la rosa;  El dolor y el poeta; Aurelio Aguirre poeta olvidado;  La obra poética de Curros Enríquez; Rosalía estudiada por una monja norteamericana “La mística de la Saudade”; Galicia en los “Premios Nadal”; Introducción de Varela al libro de versos de Jesús María Caamaño Martínez; Notas a una monografía de Martínez Barbeito; La versión castellana del “Códice Calixtino”; “El Cristo de Asorey”;  Influencia cultural de las peregrinaciones jacobeas; Visión lírica en un libro de González Alegre;  LUGO sobre el claro fluir del Miño;  El mar en la poesía de Antonio Machado; Un nuevo libro poético de Gonzalo Garcés;  Elementos pastorales del “Quijote”; El Molino de la Arosa; Lugo ciudad del Sacramento;  Floración literaria a través del Camino de Santiago;  Prosistas gallegos de dos quinquenios;  Prosistas de una década: I Revalorización de la cultura gallega a través del ensayo y II Las novelistas descubiertas por el Premio Nadal: Elena Quiroga y Concha Castroviejo, figuras femeninas actuales de nuestra literatura;  Tendencias de la Novela del siglo XX. En  El compostelano, publicó Evolución del Gabriel y Galán; Nuestra misión; Perfil biográfico de Santo Tomás.

En el boletín del Instituto Padre Sarmiento,  “Cuadernos de Estudios Gallegos”, publicó sus primeras investigaciones, estudios de crítica y estilística, que son notables artículos, sobre diversos temas, autores y títulos: “Pardo Bazán” y su “Nuevo Teatro Crítico”;  Semblanza romántica de Neira de Mosquera;  Una novela romántica de Pastor Díaz; Un romance de Rosalía dedicado al Apóstol Santiago; Referencias inéditas de Rosalía de Castro; Feijoo; Pardo Bazán; Murguía; Rosalía; La poesía de Lamas Carvajal; Vesteiro Torres y la Galicia literaria; Las novelas de Enrique Larreta; Antecedentes del «El condenado por desconfiado”; La versificación de Cabanillas, la métrica de Pondal, el esperpento de Valle Inclán, el erudito estudio preliminar para una edición de las Monografías de Santiago (1950), de Neira de Mosquera. En el fascículo XX del boletín, publicó “Emilia Pardo Bazán, Rosalía Castro y Murguía”, curiosas notas sobre las relaciones literarias de estas tres figuras preeminentes de la literatura gallega y además, divulga el contenido de los “Cuentos ajustados medio robados”, escritos por Murga contra la condesa, a quien tacha de dureza de corazón y de un desvanecimiento y orgullo “monstruosos, absorbentes, siempre alerta, que no perdonan ni olvidan”. En el fascículo XXIII, de los Cuadernos, publicó “Un romance de Rosalía, dedicado al Apóstol Santiago”, Teoría del esperpento.

En el boletín del “Museo de Pontevedra”, publicó “Andrés Muráis”, un estudio sobre “La Revista”, publicación de la ciudad del Lérez de 1849 y sus colaboradores. En la publicación “Estampas de Cambados”, escribió un artículo sobre “Escritores cambadeses”. En el “Correo Literario”, publicó un extenso artículo titulado “América vista por Valle Inclán”, acertado estudio de la visión americana de este autor, traducida sobre todo, a través de “Tirano Banderas”. En “Vida Gallega” pública “El movimiento cultural de Galicia”, Visiones literarias de Noya. En la “Revista de literatura”, publica un amplio trabajo sobre los intentos de la dramatización de “La puchera”, de Pereda por Ruiz Contreras y la encendida polémica surgida entre los dos escritores a través de una serie de cartas.

Pronunció un gran número de conferencias, sobre diversos temas relacionados con la literatura, algunos de los títulos de las mismas son: La novela contemporánea; Los novelistas de la posguerra; Visiones literarias de Santiago;  Algunos aspectos de la obra de Baroja; La novela romántica; De Garcilaso a Góngora: La evolución de la poesía española del siglo XVI, estudiada por Orozco Díaz; Valle Inclán y Miguel Ángel Asturias; Aportación de Galicia a la novela actual; El padre Feijoo y la crítica literaria; La versificación de Eduardo Pondal (pronunciada el día de las Letras Gallegas de 1965, en el Instituto A. Gelmírez); Ángel Ganivet: el novelista; Novelistas del siglo XX; Literatura contemporánea española; Historia de la literatura gallega; Poetas gallegos; Técnica de las novelas de la Pardo Bazán; La oda a Santiago, de Fray Luis de León (ponencia en el II Congreso Internacional de Estudios Jacobeos); La literatura en Compostela

A lo largo de su vida consiguió reunir un importante fondo bibliográfico sobre la novelística hispanoamericana del siglo XIX, así como un número destacado de ensayos, ediciones críticas y estudios. Lo cedió todo a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante para su digitalización porque decía que era “una buena forma de conservar este patrimonio”. Creó en Santiago una biblioteca médica, que según los expertos, cuenta con fondos que son muy difíciles de encontrar.

Falleció en Santiago el 22 de octubre de 2010, a los 91 años de edad. El funeral se celebró en la Iglesia de San Fernando y su sepelio tuvo lugar en el cementerio de Boisaca.

El único artículo de Varela Jácome,   en que habla de su querida tierra de Deza,  lo publicó en el periódico compostelano, LA NOCHE, del 18-9-1957, dedicado al Castro de San Esteban de Barcia, recordando sus leyendas y su idílica naturaleza: «era un estallido de verdes, un hervidero de cantos de pájaros, un mensaje pleno de vida«; bajo los robles y castaños que poblaban el castro, pasó muchas horas en los veranos, leyendo a los primeros poetas,  Juan Ramón y Antonio Machado y disfrutando de la  rumorosa naturaleza: «Era un castro misterioso».

POR TIERRAS DE DEZA: «EL CASTRO DE BARCIA»

Por Benito Varela Jácome

Castro de Barcia

Castro de Barcia

«Entre mis recuerdos de niño tiene siempre una poderosa presencia la visión del castro de Barcia, en el valle del Deza. Sobre su recinto flotan una serie de leyendas y en las noches de invierno los mozos que pasaban por su viejo camino hacia la aldea cantaban a toda voz, para ahuyentar el temor de fantasmas invisibles.

Para mi tuvo siempre un encanto misterioso este castro. El viejo Antonio da Carballeira, mientras labraba los zuecos en las casas aldeana, narraba crudas historias de aparecidos, que siempre ponían un temblor en mi espalda y turbaban el  sueño de más de una noche.

Pero entorno al castro se fueron creando también leyendas sugestivas. Nos atraía sobre todo aquella de la doncella blanda, de mirar encendido, de andar ligerísimo, que en las noches de plenilunio abandonaba el alcázar misterioso de su encantamiento para bañarse delante del puente del Portadeite. Todo mortal que la sorprendiese entonces quedaba encantado para siempre a sus deseos. Solo se había aventurado a expiarla un mozo que regresaba de la guerra, y no se tuvo más noticia de él. Pero de esto hacía muchos años, y los viejos de la aldea que saben de estas cosas, no se ponían de acuerdo sobre si el mozo había luchado contra los franceses o en las huestes cristianas que combatieron a los moros.

También, según la creencia aldeana, desde el castro bajando hasta el molino de la Casa Grande había dos vigas subterráneas: una de oro y otra de alquitrán. La de oro era una buena tentación para muchos, pero allí estaba el temor de no acertar, de cavar en la de “alquitrán”, materia inflamable “que arrasaría todo en la comarca en cinco leguas a la redonda”. Esta creencia era un buen “tabú”; por eso los buscadores de tesoros que derribaron el crucero de junto al río en busca de una olla de doblones, nunca se atrevieron a cavar entre el castro y el molino.

El castro de Barcia no ofrece una forma airosa, dominando sobre la tierra de Deza como el de Gresande o el de Doade. No es un castro “forte”, de altos parapetos, “doce a la vista desde lonxe”, como el de Nemenzo de los versos pondalianos. Está mucho más bajo que los otros, en pendiente suave, oculto bajo una densa robleda; ceñido de terraplenes y únicamente se descubre el parapeto por la parte Sur. Los robles recios que escalan el terraplén y sombrean el recinto, son los que crecen más derechos de la parroquia y los primeros que estallan en brotes nuevos a la llegada de la primavera. Bajo su sombra he pasado muchas horas estivales, recostado sobre una alfombra de musgo blando, sedoso, con una gama infinita de verdes, descubriendo mis primeros poetas, ensoñando fantasías. Las horas tenían allí un encanto rúmoso; el sol tamizado a través del verde brillante del ramaje bordaba medallones de luz nueva sobre las páginas de Juan Ramón o de Antonio Machado.

El castro, en las mañanas de mayo y junio es un estallido de verdes, un hervidero de cantos de pájaros, un mensaje pleno de vida. Los mirlos suenan la flauta de su canto. Vuelan las urracas chillando con una insistencia desagradable. Saltan de rama en rama los jilgueros, con la armonía de sus colores y de su canto. Un pájaro carpintero pone el monocorde aserrar de su pico sobre la corteza de un roble; entonces ya conocía yo aquellos versos de “Diana de gaita”, de Juan Bautista Andrade: “Tiene la fragua el sol – encendida, y sigue dando – plín, plín, con martillo de oro –  en el yunque de su canto –“,  y me acercaba pausadamente al roble en que trabajaba para ver mejor cómo redondeaba la puerta de su nido, luciendo su juego de colores: rojo carmesí, amarillo, verde, blanco, azulado…

Pero el pájaro más bello que mora en el castro es la oropéndola: cuelga su nido en las ramas más altas y delgadas; hace oír su canto desbordado, que las gentes de la aldea traducen por esta expresión: “garda o gando Leocón”. Hay la creencia de que lleva a su nido sortijas, pendientes y hasta relojes; por eso un rapaz de la aldea, movido por la ambición de encontrar alguna joya en el nido de un “gayo” derribó a hachazos un roble difícil de escalar.

Los nidos son una obsesión de los muchachos de la aldea y causa de muchos esfuerzos. Una mañana de aquellas primaveras de la infancia he visto cómo un hijo del molinero escalaba un roble de unos cuarenta metros de alto, para conseguir un nido de rabilarga. Los nidos de las rabilargas son fáciles de descubrir entre el ramaje; están llenos de ramitas secas, tierra de los brañales que al secarse sobre el armazón se endurece y da consistencia al nido y raicillas; lleva su tejado de palos, con dos ventanas para entrar y salir. Cuando la rabilarga está en el nido por una de las aberturas asoma su pico cobrizo, por la otra la negra cola. En aquella quietud musical de la mañana de junio, el hijo del molinero iba ascendiendo trabajosamente,

Aferrándose con sus manos tensas a los nudos, a las ramas delgadas, que a veces se desgajaban y dejaban al escalador aferrado con sus rodillas y pies al tronco. Cuando llega a la cima, la copa del roble se mueve como empujada por un viento fuerte, y la sombra del muchacho se proyecta, en vaivén, en los claros del sol –era una escena como la pintada por Castelao en uno de sus cuadros-. Pensé en la tensión de sus músculos, en el miedo de que se rompiese una rama y cayese como un saco de maíz sobre el terraplén del castro, y le grité mi temor, él no debió oírme, porque siguió subiendo hasta tocar el nido con la mano. No miré mas hasta que oí su voz desde arriba: “Ten seis pegos grandes”: Y vi entonces cómo se deslizaba sobre el tronco, ayudado del brazo izquierdo y de las rodillas y sujetando por las patas los seis polluelos, que chillaban insistentemente.

Las cosas tenían ya entonces par mí un encanto oculto que me cautivaba. Por eso sentía atracción por cada matiz del paisaje: las retamas florecidas; los piornos que crecían al borde de una senda; el ramaje denso de los árboles; el martillear constante del pájaro carpintero; el vuelo rápido y grácil de una mariposa –“volvoreta de aliñas douradas” -; las doce campanadas del mediodía que volaban a través del oleaje del aire; el canto de la tórtola, lento, quejoso, enamorado, que llenaba todo el ámbito del castro».

Antonio Vidal Neira. Lalín, 28-2-2014

Un pensamiento en “BENITO VARELA JÁCOME, INVESTIGADOR EN DISTINTOS CAMPOS DE LA LITERATURA

  1. En 1954, Don Benito fue mi profesor de Lengua y Literatura en el Colegio «Menendez Pelayo», de Santiago, que había sido fundado por Don Antonio Fraguas.- Era admirable su forma de hablar y de enseñar.- Un gran profesor y un gran literato.- Murió el mismo día que murio mi madre.- D.E.P.

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