PEDRO BLANCO DE CRESPO, «EL HUMANISTA DE DONRAMIRO»


Notable humanista y escritor, nacido en Santa María de Donramiro.

Pedro Blanco de Crespo, nació en el año 1843, en  la parroquia de Donramiro, en el  lugar del Carrizal, ayuntamiento de Lalín, provincia de Pontevedra, era hijo natural de José Crespo Villar, abogado, Promotor Fiscal, Alcalde de Lalín, y diputado a Cortes, jefe del partido democrático de  Lalín, del que la voz popular decía  “un solo Dios en el cielo y un solo Crespo en la tierra”. La madre María Blanco Iglesias, era una mujer de confianza en la casa de los Crespo.

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Palacete de la familia Crespo en Donramiro/AVN

José Crespo Villar nació en Sante (A Xesta) en el año 1808, era hijo de Domingo Crespo Ruibal, de  Sante (A Xesta) y de Josefa Villar, de Donramiro. Su familia era hidalga, un hermano de su padre Domingo, llamado José Crespo Ruibal, fue también abogado y perteneció a los Realistas (absolutistas). En 1848 llevó la feria de Lalín para el campo del Montserrat, en Donramiro y también asentó allí la capitalidad del partido judicial ya que Donramiro contaba con la única botica que había, dos abogados, Butrón y Ludeiro, dos escribanos, Araujo y González, dos procuradores, Luis Salgado y Soto y un casino.

José Crespo Villar tuvo seis hijos con su esposa, Bernarda Pampín Mato, natural de Cercio: Anunciación, que casó con Ramón Gómez; Generosa, con Constantino Moure; Segismunda; Dolores; Avelina, casada con Jovita Goyanes Losada; Antonio, soltero, que fue alcalde de Lalín desde 1904 a 1917 y un hijo, con  la criada, María Blanco: Pedro Blanco de Crespo. En el palacete de los Crespos en Donramiro, convivieron y fueron buenos amigos los dos únicos hijos varones, Antonio y Pedro.

No era normal que un hijo de una mujer soltera, criada y sin medios económicos, estudiase una carrera eclesiástica. Pedro Blanco marchó al Seminario de Lugo para hacer la carrera sacerdotal. Tuvo serias dificultades para ingresar en el  Seminario  por ser hijo de una mujer soltera, entró gracias a la influencia paterna y de un hermano del padre que era  sacerdote. Su estancia en el Seminario, fue muy grata, donde estudió Filosofía, Teología, Cánones y Sagrada Escritura, llegando a ser un gran humanista, con una solida cultura clásica, escribió en el  Almanaque Gallego,  hablando de sus primeros años, en Donramiro y en el Seminario,  un artículo titulado ¡¡¡Lugo!!!: “siendo niño lloraba por el suelo que me vio nacer donde quedaban mis compañeros de juegos infantiles, y porque en él me restaban las caricias de la que me ha dado el ser y la vida amamantándome a sus pechos. Mas hoy que me veo ausente conozco el bien que he perdido, ansío volver a tu seno, a abrazar a mis compañeros de estudio que me tendían su mano amiga y me estrechaban contra su corazón. Deseo oír la voz de mis profesores que han alimentado mi espíritu y desarrollado mi inteligencia con las luces de la verdad”.  De todos modos, la vocación de Pedro no debía ser muy profunda, muy amante de la belleza femenina, era un hombre de acción, al que le gustaba la actividad pública y tenía  pretensiones políticas y grandes aficiones literarias.

En las vacaciones solía ir  a visitar a un hermano de su  padre, Vicente Crespo Villar, párroco de Santa María de Troáns, en Cuntis, que tenía una cierta influencia en la iglesia de Lalín, ya que los Crespo eran muy importantes políticamente. En una de estas visitas a Troáns,  conoció a la que luego había de ser su esposa, Carmen Torres Fuentes, nacida en 1848, hija de una familia de ricos agricultores, que era la maestra de la escuela parroquial. Decidió renunciar al sacerdocio  y casarse con Carmen. Para poder casarse, tuvo que viajar a Roma para agilizar los trámites ante el propio Papa Pio IX  y obtener la dispensa eclesiástica.

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Casa de Crespo, en el antiguo lugar Do Carrizal/AVN

Pedro y Carmen se casaron en 1872 y se quedaron a vivir en  Cuntis, en una casa, situada en la antigua Rúa Lanuza,  comprada con la ayuda de la familia y con los ahorros de Pedro. Entre 1872 y 1874, ejerció, con un sueldo excepcional para los tiempos, de alcaide en la aduana de Santander, designación en la que de nuevo se encuentra el peso público de su padre José Crespo.  A partir de 1874, fue Secretario del Juzgado de Cuntis y llegó a ser nombrado Notario público del arciprestazgo de Moraña, por lo cual, el matrimonio gozó de una notable posición social en Cuntis.

En Cuntis nacieron sus diez  hijos. En 1875 nació la primera hija del matrimonio  y al poco tiempo doña Carmen cesa como maestra para poder dedicarse a la crianza de los hijos: Enriqueta (que murió muy joven), Segismundo, Esmeralda, Germán, Corina, Mario, Leonor, Ester (muerta a los dos meses de nacer), Nuño y Roberto. Todos sus hijos recibieron de su padre una esmerada enseñanza en latín y griego, era un latinista formidable, que hablaba el latín con tanta facilidad como el castellano. Además de esta notable afición al latín –aprendido en el Seminario- y a las letras clásicas, tenía una erudición verdaderamente asombrosa, aficiones literarias e inquietudes políticas. Tenía en su casa una esplendida biblioteca.

En política, fue demócrata y liberal, cercano a Emilio  Castelar y Montero Ríos y organizó a su alrededor en Cuntis el Comité de los republicanos locales. Dice el periódico La Concordia. “Nuestro querido amigo el colaborador de La Concordia, D. Pedro Blanco de Crespo, estuvo a las doce de la mañana de anteayer, domingo, a visitar al  Sr. Montero Ríos en su quinta de Lourizán, impidiéndole motivos de urgencia y ajenos a su voluntad, asistir a la reunión de numerosos amigos de este distinguido hombre público que en dicha quinta tuvo lugar la tarde del mismo día. Por si algo se trataba de política, dejó plenos poderes a los Sres. D. Ángel Limeses y D. Teodoro Varela de la Iglesia, para que en su nombre manifestasen la más completa adhesión a la política iniciada por la izquierda dinástica, de la que es inspirador el Sr. Montero, como la más propia de la índole de los tiempos que corremos y que cree beneficiosa, por tanto, para la democracia sensata que se fija muy poco en las formas, porque no son más que un mero accidente, con tal de conquistar el dominio de la libertad, que es su ideal, por el reconocimiento de la soberanía nacional”.

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Portada del libro de Blanco de Crespo / Galiciana

Durante una decena de años, ya cumplida la primera juventud, el Sr. Crespo realizó una labor literaria extensa y fecunda. La época de apogeo de su producción literaria fue entre los años 1865 y 1878. Por aquella época eran muy frecuentes las visitas al Balneario del periodista vigués Jaime Solá, a donde acudía Pedro a las  interminables tertulias. Colaboró con frecuencia en los principales periódicos gallegos de entonces, especialmente con artículos de carácter político, relatos de ficción, artículos sociológicos, crónicas de viaje, a través de los cuales puso de relieve su gran talento y su cultura extraordinaria. Los problemas más arduos y variados fueron tratados con gran acierto, por la pluma del Sr. Crespo.

Fue colaborador de periódicos como el vigués La Razón, los pontevedreses La Opinión y El Diario, el orensano El Heraldo Gallego  y también en periódicos de carácter progresista y galleguista como La Concordia, donde escribió dos artículos titulados “Los Catastros”, sobre el reparto de las tierras, La Oliva y El Miño, los tres de Vigo y en El Noticiero, también de Vigo, dirigido precisamente por su amigo Solá. En El Diario de Santiago, publicó el artículo,  “La Infancia” en él escribe  que la educación de los niños es la base fundamental de las sociedades, porque es el orden y la paz, en el seno de las familias; cuando esta educación se abandona, las costumbres públicas se pervierten y la moral se relaja, la educación  “es el mejor resorte y la mejor y quizás única palanca, que impele a su perfección la vida moral de los pueblos”; escribe el Sr. Crespo “No se puede, descuidar la educación de la juventud, sobre todo ejerciéndola desde la niñez, que es la edad en que mejor se graban en la mente los buenos consejos. A los niños es necesario imponerles a veces privaciones, aunque sean dolorosas, para que así comprendan que el hombre no nace exclusivamente para realizar sus deseos. Es necesario a la vez infundirles respeto y amor a su religión y a sus semejantes, porque esas dos virtudes serán siempre un freno suave que contenga los movimientos inconsiderados del instinto, y es menester también inculcarles la modestia y la templanza que les hará más llevaderas las privaciones del porvenir”. En La Gaceta de Galicia, diario de Santiago, escribió dos artículos sobre el hambre en Galicia y otro titulado  “El patriotismo” en el que manifiesta que los  gallegos importantes que están en Madrid desempeñando cargos políticos,  hacen muy poco por Galicia.

Pedro no solo fue un consagrado periodista de su tiempo, sino que también publicó varias novelas, de las que apenas se conservan ejemplares,  como La loca de Guimarey, El Castillo de Briones, dos obras que bastarían para consagrarle entre los mejores novelistas españoles de fines del siglo XIX, Ensayos literarios, selecta recopilación de cuentos y crónicas, Los misterios de un roble o El Carballo do norte.

Realizó el Sr. Crespo, a través de sus escritos, elevadas campañas por la prosperidad y el enaltecimiento de Galicia. Sus innumerables bellezas, su riqueza y su paisaje tuvieron en su pluma a un propagandista incesante; en centenares de páginas de este olvidado escritor hay entusiastas alabanzas a todas las cosas de  Galicia. Tenía un estilo literario limpio y sucinto, en el que descollaban sus admirables dotes descriptivas.

La renuncia profesional, como maestra,  de su mujer y el elevado número de hijos dejaron a la familia en una posición económica modesta y por completo dependiente de los ingresos de su padre, de tal manera que ninguno de los hijos, excepto Germán que hizo la carrera eclesiástica completa en el Seminario de Santiago, hicieron estudios más allá de los primarios en la escuela local. Uno de sus hijos,  Roberto Blanco Torres, emigró a Cuba cuando tenía 15 años, donde vivían otros dos hermanos, Segismundo y Nuño, entra en contacto con varios intelectuales gallegos (Antón Villar Ponte, Ramón Cabanillas), en 1916 regresa a Cuntis, donde conoce al cura  José Toubes, uno de los fundadores de El Ideal Gallego y empieza a desarrollar una amplia labor periodística, murió en Entrimo, provincia de Orense,  paseado el 3 de octubre de 1936. En el año 1999, la Real Academia Gallega le eligió para rendirle homenaje en el Día de las Letras Gallegas.

Su mujer Carmen murió joven,  en 1898 y Pedro vivió con 55 años,  al cargo de la educación de sus hijos y sobrevivió poco a su mujer pues falleció, después de padecer una larga y penosa enfermedad,  en 1905. Los funerales celebrados por el Sr. Crespo, fueron extraordinarios,  pues todo el pueblo de Cuntis, se unió al duelo de su familia.   Sus hijos más pequeños quedaron a cargo de la vieja criada, Juana a Veana y de las hermanas mayores.

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Donramiro. Campo dos Barreiros/AVN

Donramiro está presente en sus escritos, sobre todo en su  obra,  los “Ensayos literarios” donde se pueden leer numerosas referencias a la tierra que le vio nacer y a sus amigos de la infancia a los que recuerda con gran cariño. En uno de estos  relatos dice “Una niña hermosa, que apenas contaba unos diez y siete años … estaba sentada sobre un montoncito de piedras a la entrada de un extenso campo, al fin del cual se halla una antigua capilla, o más bien una capilla medio arruinada, en cuyo centro brillaba una lámpara con débil luz y a cuyo resplandor rojizo podía divisarse apenas por una reja hecha en la puerta, la efigie de una virgen de Montserrat, colocada en el único altar que allí había”, es probablemente una referencia muy hermosa a la capilla de Montserrat de Don Ramiro,  “en el fondo del valle de Avineyral”, así sigue llamándose en la actualidad, en  “las montañas de Alfonselle y Lagazos…”, Al oscurecer de una de las últimas noches del pasado Mayo salí a dar un paseo en dirección al campo de la feria (de Lalín)…  doblando la vuelta del segundo puente, más allá del Pontillón…”, “Las altas montañas que rodean el poético lugar de Donramiro…”. En esta obra también escribe relatos dedicados a sus amigos de Lalín: “a mi querido amigo D. Placido Goyanes Losada”, “a mi bella amiga Ramonita González”, «a la temprana muerte de la Señora Doña Dolores Crespo Pampín”, “a mi amigo D. Miguel da Torre”…..

La mejor manera de honrar al Sr. Blanco de Crespo sería reeditar su obra los “Ensayos literarios”, para que a través de este libro sus vecinos puedan conocer a este gran humanista, periodista y escritor, nacido en Donramiro.

APÉNDICE. D. José Crespo Villar, dejó establecido en su testamento: «Item ordenamos que durante la época de los cursos o sea en los siete meses de cada año, en los absolutamente necesarios, para seguir la carrera hecha de sacerdote se pauten cuatro reales diarios al estudiante Don Pedro Blanco, de los que satisfará la mitad el hijo Don Antonio, además de conservarle para las vacaciones en su compañía una mesa y mantel y la otra mitad a prorrata nuestras hijas y si como pobre entrare en el Seminario Conciliar, le facilitarán por igual orden el equipo necesario y no los cuatro reales aunque sea durante la Carrera Mayor. Encargamos a Don Pedro encomiende en sus oraciones y misas nuestras almas y las de nuestras obligaciones y que auxilie también a nuestra descendencia».

Antonio Vidal Neira. Madrid, enero de 2013.

Publicado en Faro de Vigo, 9-6-2013. ABRIR

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