Características geográficas y económicas e información detallada sobre los vecinos, bienes, oficios y rentas de la feligresía de Santa María de Don Ramiro a mediados del siglo XVIII.
Según el Catastro de Ensenada, realizado en el mes de febrero de 1753, por los expertos nombrados para ello, la feligresía de Santa María de Don Ramiro, pertenecía a la jurisdicción de Deza y a la provincia de Lugo; era del Señorío de la Excelentísima Señora Condesa de Lemos, que percibía de cada vecino cabeza de casa por Vasallaje un real y diecisiete maravedíes de vellón, a excepción de Don Andrés de Ulloa y Don Felipe Ferradás y también percibía de dichos vecinos treinta y cinco reales por la Luctuosa, a excepción de los arriba expresados.
La feligresía tenía de distancia de Levante a Poniente un cuarto de legua y de Norte a Sur otro cuarto de legua y de circunferencia una legua que caminando se tardaba una hora en recorrerla. Los límites comenzaban en el Río del Estanco, subiendo a la Fuente Sanguiña, seguían por el Portillo del Agro de Pena Aguda, bajando por la cerradura del Agro de Vales, dando la vuelta al Puerto Barreiro y al rego de Porto Présela, subiendo al monte Do Couto, a la taberna de los Olmos y seguían a la cancilla del Pazo de Filgueiroa, bajando al Rio de Porto Asmeas, por los molinos de la Buzaqueira, hasta llegar otra vez al rio del Estanco. Lindaba por el Levante con las feligresías de San Cristóbal da Pena y la de Santiago de Catasos, por el Poniente con la de Santa Eulalia de Donsión, por el Norte con la feligresía de San Martin de Lalín y por el Sur con la de San Adrian de Moneixas.
Los vecinos de que se componía la feligresía eran veintiocho: Amaro Villar, Amaro Trabazo, don Andres de Ulloa, Andres de Trabazo, Andrés Méndez, Antonio Paxaro, Antonio Docampo (Filgueiroa), Benito González, Damián González, Domingo Lamparte, Domingo Taboada, don Felipe Ferradás (Filgueiroa), Francisco de Bales, Francisco Fernández, Froilán Trabazo (Carrizal), Gregorio Areán (Agruchave), Indalecio Taboada, Juan Carballude (Filgueiroa), Juan Lalín (Trascastro), Juan Blanco (Penela), José do Couto (Agruchave), José García (Trascastro), Jacobo González (Carrizal), Marcos Tato (Carrizal), Matías Areán, Pedro Outeiro (Trascastro), Pedro González (Carrizal) y don Felipe González Failde. Había veintiocho casas habitadas, veintinueve inhabitables y siete abatidas, repartidas en las aldeas de Agruchave, Carrizal, Filgeiroa, Iglesia, Penela, Regueiriño, Trascrasto y Vilar. El cura párroco era don Manuel Enríquez de Hiebra y además la parroquia tenía otros dos clérigos. Había seis pobres y no había jornaleros y cuando alguno lo ejercía ganaba dos reales al día.
La medida que más comúnmente se usaba era el ferrado de centeno que constaba de veintisiete varas castellanas. Las especies de tierras que había eran tierras de sembradura de centeno de secano, hortaliza, prados de regadío y de secano, montes bajos cerrados y abiertos de particulares, dehesas también de particulares y también había tierras incultas por naturaleza y las referidas tierras producían una cosecha al año. Las especies de árboles frutales que había eran manzanos y cerezos que estaban plantados en las tierras de hortaliza sin orden y dispersos. Las tierras se repartían de la siguiente manera: cuatro mil ferrados dedicados a sembrar centeno; dos ferrados de tierra dedicados a hortaliza; diez ferrados de prado de regadío; veinte ferrados de prado de secano; seis ferrados de dehesas; cien ferrados de montes bajos cerrados; cuatrocientos ferrados de montes bajos abiertos y de particulares y ochocientos ferrados de tierra inútil.
Las especies de frutos que se cultivaban en las tierras eran centeno, mijo menudo y algunas legumbres. El valor de un ferrado de trigo era de cinco reales, el de un ferrado de centeno de tres reales, el de un ferrado de mijo menudo de dos reales, el de un carro de leña era de otros dos reales, un par de capones valía cuatro reales, un carro de tojos se vendía por un real, una gallina por dos reales y una libra de lana por un real.
Sobre lo que producían las tierras, los vecinos tenían que pagar los impuestos de los Diezmos y las Primicias, que percibían por mitad el cura Párroco y la Excelentísima Señora Condesa de Lemos; así mismo percibían de cada vecino cabeza de casa, cuando alguien se moría, por el impuesto de la Abadía, el mejor vestido que tuviese el difunto, a excepción de don Andrés de Ulloa y don Benito Ferradás; también percibía el cura, de cada vecino cabeza de casa, un ferrado de pan mediado por el impuesto de la Oblata, el Cabildo de la ciudad de Santiago, percibía la tercera parte de un ferrado de centeno por el impuesto del Boto y el cabildo de la ciudad de Lugo, por el mismo impuesto, percibía de cada vecino un maravedí. Los Diezmos que se pagaban ascendían a ochenta ferrados de centeno y sesenta de mijo menudo; además se pagaban cien reales por los Diezmos Menudos, sesenta reales por la Primicia, la Abadía ascendía a cuatro reales, la Oblata a setenta y cinco reales, el Boto al cabildo de Santiago ascendía a treinta reales y el Boto a la ciudad de Lugo a veintiocho maravedíes.
Los vecinos pagaban anualmente cuarenta y ocho reales de vellón por el Servicio Ordinario y Extraordinario a la ciudad de Lugo. No había empleo enajenado, alcabalas ni otras rentas que perteneciesen a Su Majestad, ni a ningún particular, excepto que el Dueño Jurisdiccional ponía el Juez Ordinario.
En esta feligresía de Don Ramiro había tres molinos harineros de una muela, situados en el río de Asmeas, dos pertenecían a Don Andrés de Ulloa y el otro a Amaro del Villar. Había trece colmenas, dos pertenecían a Antonio Ferradas, cinco a Francisco Fernández, cuatro a Indalecio Taboada, una a Juan Blanco y otra a Andrés de Trabazo y el producto de cada una de ellas de miel, cera y enjambre que se consideraba que producían al año, era de cuatro reales. Las especies de ganado que había eran bueyes, bacas, ovejas, cerdos, cabras, caballos y mulas.
En Don Ramiro, no había mesones, tiendas, panaderías, carnicerías; solamente había una taberna, en la que se vendía vino al por menor, propiedad de Amaro del Villar, que tenía que paga a los vecinos, la cantidad de doscientos quince reales de vellón, para ayudar a pagar el impuesto de la Sisa que se pagaba en la ciudad de Lugo y a la Tesorería de Rentas Provinciales y las ganancias que le quedaban al año, eran de sesenta reales de vellón.
No había ningún tendero de paños, ropas de oro, plata, seda, lienzos, especierías ni otras mercaderías, tampoco había médicos, boticarios, cirujanos, abogados, solamente había un Escribano llamado Indalecio Taboada que ganaba al año setecientos reales de vellón. Había seis arrieros: Antonio Paxaro, que tenía ocho caballerías y sus ganancias al año ascendían a ciento sesenta reales; Andrés Méndez, tenía cuatro caballerías, que ganaba al año ochenta reales; Benito González, tenía dos caballerías y la utilidad al año era de cuarenta reales; Domingo Lamparte, tenía cuatro caballerías, las ganancias que le quedaban al año eran de ochenta reales; Francisco de Bales, tenía cinco caballerías, las ganancias eran de cien reales y Juan Carballude, tenía cuatro caballerías y la utilidad al año era de ochenta reales.
Las ocupaciones de Artes Mecánicas se reducían a dos sastres: Domingo Taboada y Amaro de Trabazo, que ganaban de jornal al día dos reales; había un carpintero, llamado Pedro González, que ganaba de jornal al día dos reales y medio; había un tejedor, llamado Froilán de Trabazo, que ganaba de jornal al día un real y todos ellos además trabajaban de labradores parte del año.
Su Majestad el Rey en esta feligresía tenía una dehesa en el sitio llamado de San Roque, de un ferrado de sembradura, que lindaba por Poniente con la ermita de San Roque, por el Norte con el camino público, por el Sur con el monte común y por el Levante con el monte del murado.
Todo esto lo sabemos por lo que dijeron en presencia de don Alonso Nicolás de Fonseca y Patiño, abogado de los Reales Consejos y Juez Subdelegado de la Real Única Contribución, y de Don Francisco Varela y Saavedra, Teniente de Juez y Justicia Ordinaria, los expertos nombrados por los vecinos: Amaro del Villar y Benito González, que bajo juramento declararon todo lo que sabían sobre la feligresía de Don Ramiro, ante el escribano Simón de Otero y en presencia del cura párroco don Manuel Henríquez de Hiebra.
P.D. En el siglo XVIII, en todos los documentos, el nombre de la feligresía de Don Ramiro, se escribía separado, no se sabe cuándo ni por que comenzó a escribirse, Donramiro, junto.
Antonio Vidal Neira. Lalín, 6/9/2015