ANTONIO DE VALENZUEA OZORES, IMPULSOR DE LOS ESTUDIOS GEOLÓGICOS Y AGRONÓMICOS


Estudioso de las rocas y la flora, inventor, escritor y poeta, que dejó un notable legado de divulgación científica, en una labor marcada siempre por su identificación con Galicia.

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Antonio Valenzuela Ozores/A.C.

Nació en Santiago de Compostela el 25 de noviembre de 1819, era hijo de José Valenzuela Pardo Villamarín Taboada y Ulloa y Manuela Ramona Ozores Barrio, ambos procedían de familias hidalgas de Trasdeza y tierras de Cuntis,  poseían casas grandes en Arcos de Furcos, Troáns (Quinta do Areal), Vila do Baño  y eran originarios  del Pazo da Viña, en Santa María de Abades, ayuntamiento de Silleda. Contrajo matrimonio con Teresa Pimentel con quien tuvo dos hijas. Tras casarse el matrimonio se estableció en Santiago.

Antonio se matriculó en la Universidad, en Filosofía pero al final termina  estudiando Derecho y cuando su familia se trasladó a Madrid continuó sus estudios en la Universidad Central, hasta el año 1838  en que fallecieron sus padres y regresa a Santiago. Con 18 años se alista  como voluntario en el Batallón Provincial de Santiago, que formaba parte del Ejército de Aragón y Valencia en la lucha contra los carlistas. Tiempo después fue nombrado por Isabel II, Subteniente del Batallón Provincial de Monterey y Jefe de Columnas de Operaciones en Ourense.

Terminada la guerra, en 1854 se doctoró en Derecho, aunque también estudio mineralogía y geología, a las que se dedicó desde los años de estudiante. En estos años pasaba largas temporadas en una finca que tenía la familia, Pazo da Viña,  en cerca de  Campo Marzo, al norte de Bandeira, que influyeron hondamente en su vocación hacia los estudios del medio natural. De hecho las descripciones que hace en sus libros de la zona Deza y Trasdeza  demuestran un buen conocimiento de las  mismas y una honda relación anímica con los  paisajes dezanos. En 1848 fue nombrado catedrático de Historia Natural del Instituto de Pontevedra, renunciando el mismo año por no querer adherirse al gobierno del presidente Narváez. Recupera la cátedra en 1853 y comienza a impartir clases de Historia Natural, Física y Química y Agricultura. Se encargó del observatorio meteorológico de la ciudad, publicando los resultados de sus observaciones en la Revista de las Ciencias. Poseía una importante colección geológica, formada por cientos de ejemplares del país. Fue colaborador de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago y participó en la organización de la Exposición Agrícola, Industrial y Artística, celebrada en Santiago. Estaba a favor de la supresión de los foros. Políticamente era de ideas liberales.

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Medalla de Sargadelos

A nivel científico centró su labor en el campo de la geología y la agricultura. Destaca el estudio descriptivo del espacio geográfico que él conocía en profundidad, de acuerdo con la frase “la geografía entra por los pies”. Aunque el saber geográfico se remonta a los geógrafos griegos, es en esta  época cuando la geografía adquiere importancia y desarrollo debido a los geógrafos alemanes Humboldt y Carl Ritter, considerados los padres de la geografía moderna. Valenzuela es contemporáneo al ingeniero de minas y geólogo también gallego Casiano de Prado, quien participa en la Carta Geológica General del Reino. Ambos mueren en el mismo años (1866).

En España los estudios geográficos y geológicos profundos estaban hasta este momento todavía poco desarrollados. Es entre 1860-1890 cuando se produce la institucionalización de la disciplina geográfica. Por esta razón, su obra se puede considerar pionera y meritoria en este campo, adelantándose a los trabajos de los geógrafos y geólogos posteriores tan relevantes como Lucas Mallada, Hernández Pacheco, Dantín Cereceda, Eloy Bullón, Pau Vila, Amando Melón, etc. Hay que tener en cuenta que el primer Mapa Geológico de España fue publicado en 1889, en el cual colaboraron los geólogos Lucas Mallada y Hernández Pacheco, considerado este como el padre de la geología española.

Es autor de varios libros:  Memoria geognóstico-agrícola de la provincia de Pontevedra, que la Real Academia de Ciencias de Madrid premió en 1855 con el nombramiento de Socio Correspondiente y con un premio en metálico, es una obra resumen de las observaciones geológicas y agronómicas del suroeste de Galicia, fruto de su actividad científica de la primera parte de su vida; por su singularidad y acierto son de destacar los análisis y descripción que hace de las rocas básicas de Merza y Campo  Marzo;  Memoria estadística sobre la provincia de Pontevedra y el censo de 1860; Memoria agronómica o consideración sobre el mejoramiento forestal, practícala y pecuario de la provincia de Pontevedra, en ella hace un análisis de los factores que determinan el rendimiento de los árboles y los cultivo;  Memoria sobre la exención temporal de impuestos, concedida a las nuevas plantaciones de olivos, viñas y árboles frutales;  Observaciones meteorológicas; también escribió poesía y colaboró en varios periódicos: El País, El Progreso, El Porvenir, La Perseverancia. Invento un aparato, el Diadisimetro” para medir la permeabilidad al agua de las tierras de labranza.

Murió muy joven, el  23 de febrero de 1866, a los 47 años en la ciudad de Pontevedra. Recibió importantes homenajes de sus amigos, uno de ellos fue la publicación de la Corona fúnebre a la memoria del Sr. D. Antonio de Valenzuela Ozores. Fue uno  de los intelectuales más notables del siglo XIX, aunque no siempre suficientemente valorado.

En el libro Memoria estadística sobre la provincia de Pontevedra y el censo de 1860, aporta importantes datos estadísticos sobre la estructura de la población del Municipio de Lalín, en el año 1860. Lalín y sus municipalidades: Silleda, Vila de Cruces, Agolada, Dozón y Rodeiro, tenía 52.971 habitantes, de los cuales 15.699 estaban solteros, 7.141 casados y 1.536 viudos;  18.268 solteras, 7.766 casadas, 2.261 viudas. Sabían leer y escribir 8.997 varones, 491 hembras, solamente leer 1.005 varones, 414 hembras, no sabían leer ni escribir 14.674 varones, 27.399 hembras; iban a la escuela 1.581 varones, 397 hembras; por cada 100 niños de 6 a 15 años asistían a la escuela: 14,4 varones, 3,6  hembras. Había 80 industriales, artesanos: 75 varones, 25 mujeres; 58 comerciantes. Había 2.115 pobres. La emigración era principalmente a Cuba y a las demás colonias españolas en América.

En el libro Memoria geognóstico-agrícola sobre la provincia de Pontevedra, hace una descripción de los montes de la provincia de Pontevedra y por tanto de los que discurren por Deza y Trasdeza.

Como ejemplo de la profundidad de sus trabajos sobre las Tierras de Deza y Trasdeza transcribimos la descripción que hace del MONTE DO CARRIO:

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Monte do Carrio/AVN

“Si es notable el aparente aislamiento del monte Farelo, con más motivo debe llamar la atención del observador el Carrio, separado de la Cordillera por la extensa meseta conocida bajo el nombre de tierra de Deza. En efecto, desde el elevado punto llamado Peña de Francia, que se alza a 914 metros sobre el nivel del mar, el terreno desciende gradualmente y sin asperezas hacia el Noroeste en una extensión bastante dilatada, comprendida entre los ríos Arnego y Deza.

La altura media del país puede calcularse en 400 metros, sin que no obstante las numerosas desigualdades de esta superficie, varíe mucho la cifra anterior, ni en el cauce de los arroyos ni en las cimas redondeadas de los cerros.

Aun los mismos ríos Arnego y Deza, que limitan por ambos lados esta región y corren por cauces más profundos, no ofrecen una cifra inferior a 200 metros. Terminada esta meseta, casi en el centro de la región se alza repentinamente el monte Carrio a 852 metros sobre el nivel del mar. Desde allí cambia enteramente el aspecto del país. Agrúpanse los montes en la dirección Noroeste, dejando en sus intervalos valles profundos, angostos y de rápida pendiente. Aquellos montes, que no son otra cosa más que los estribos del Carrio, multiplícanse en el extremo de la región y en lugar de humillarse en la proximidad del Ulla, elévanse a su orilla hasta 640 metros sobre el nivel del mar.

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Mirador de Pena Redonda/JLRJ

Allí corre el Ulla en su profundo cauce, comprimidas sus aguas por esta cortina gigantesca que presenta al observador sus cumbres desnudas de vegetación, ya bajo la forma de una arista prolongada ya como una serie de puntos cónicos a la manera de las cimas de los volcanes. Ofrécese esta última forma principalmente en el extremo Noroeste de la región, tendiéndose hacia el Este en el monte de la Magdalena y sus ramificaciones hasta el término de la región sobre el puente Cira. Esta notable disposición del país, cortado bruscamente por el censo del Ulla, sin esa humillación gradual de los montes, que forma en casi toda la provincia sus fértiles cuencas aluviales, influye de un modo nocivo en la vegetación.

No sucede lo mismo en la pendiente oriental. Allí las ramificaciones del Carrio decrecen bastante uniformemente hacia el Arnego; y si bien el país ofrece en general la forma ondulante que distingue a casi todos los valles de la Galicia central, estas ondulaciones, debidas a los muchos arroyos que afluyen al Arnego, se dibujan en curvas suaves, que casi desaparecen bajo los productos de un regular cultivo.

Lagoa das brañas da Regueira en el Monte Carrio/JLRJ

La parte superior ofrece también, como se ha dicho, las mismas ondulaciones, bastante suaves, pero el aspecto general del país es menos pintoresco. La excesiva elevación de aquella meseta, y la reducida extensión de los recintos inmediatos al Deza, únicos puntos en que pudiera desarrollarse libre la vegetación, contribuyen a aquella aridez; no obstante,  en el extremo de la región próxima a la confluencia del Deza y el Ulla, el hermoso valle de Cira ostenta una vegetación rica, que si bien en su mayor parte no pertenece a la región, toca a ella una no pequeña en el risueño cuadro, que ofrece el país. No es este el único punto en que se presentan notables excepciones a la general aridez de la pendiente occidental de esta región. Se ha dicho antes, que entre las bruscas pendientes del Noroeste existían valles profundos y reducidos dominados por grandes alturas; en este caso están las frondosas hondonadas de Piloño, sobre el Ulla, y de su lago sobre el Deza, cuya vegetación vigorosa sostendría la competencia con la de otros países, con mejores condiciones de latitud y altura.

Partiendo del principio de la región del Carrio, es decir, desde una línea, que en la prolongación de la cordillera del Faro une el nacimiento de los ríos Arnego y Deza, la constitución geológica el terreno pertenece exclusivamente al granito. En toda esta línea, que es al mismo tiempo el principio y la parte más elevada de la región, el granito aparece, no solo como roca dominante, sino que en general es la única, que ofrece el país. Esta roca, cuyo grano es bastante fino, ofrece en general poca cohesión, y a esto es debido que los montes no se presenten escarpados, no obstante la desnudez de sus cimas, que en algunos puntos, como en el Monte Martiñá, carecen absolutamente de la más ligera capa de humus, ofreciendo el cuadro más agreste quizá de toda la provincia.

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Pena Cabalada/JLRJ

Hacia la falda de las alturas precedentes ocultase el granito bajo el gneis, cuyas variedades se acercan gradualmente al micasquisto y al talsquisto, que cubren una considerable extensión de la meseta de Deza, no sin que en la cumbre de los cerros reaparezca el granito alguna vez. Este granito está entonces atravesado por numerosos filones de cuarzo, que comúnmente presenta diminutos cristales de roca, los cuales en algunos puntos pertenecen a la variedad falso-topacio, y en otros, como en Don Ramiro, a la variedad amatista. Aproximándose más al centro de la meseta, hállanse esquistos cloritosos alternando con anfibolita, que terminan en la cuenca aluvial de Lalín. Después, y avanzando siempre en la dirección Noroeste, aparece el terreno gneiseo con sus tránsitos al micasquisto hacia el nacimiento del Carrio, en que está bruscamente interrumpida esta formación.

La pendiente meridional y la cumbre del Monte Carrio están exclusivamente formadas por el granito, y sus rocas subordinadas, como la pegmatita y la hyalomieta. La pendiente septentrional, o más bien el considerable estribo denominado monte de la Magdalena, ofrece en sus angostos valles formaciones más variadas. En la falda del Carrio vuelve a presentarse el gneis graníteo, pero generalmente en tal estado de descomposición, que casi desaparece toda señal de estratificación, y se confunde la roca con los depósitos arcillosos, que en el fondo de los valles proceden del acarreo fluvial.

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Petroglifos de Pena Cantadora/JLRJ

En la falda oriental del monte de la Magdalena se presenta el basalto en corta cantidad. El centro del filón, en que se halla esta roca, ofrece su dureza característica, y contiene olivino en cristales descompuestos. En derredor se hallan algunas espilitas concrecionadas con base de vacka de estructura celular, y nódulos de mesotipa. Descendiendo más hacia el Arnego hallase alguna sienita; y cerca de la confluencia de este rio se extiende la serpentina, formando un cerro limitado en todas partes por el gneis y el micosquisto.

En la pendiente occidental del estribo de la Magdalena el granito predomina en su parte superior, aun cuando forma frecuentes alternativas con el gneis de las variedades granítico y porfideo. El mismo granito presenta comúnmente grandes cristales feldespáticos como en Raindo, cerca del Ulla, aun cuando en la parte inferior de esta pendiente se halle generalmente recubierto por una formación gneisea de gran potencia, que según su estado de descomposición se asemeja a un depósito arcilloso. Esta última formación se tiende al Oeste, ofreciendo esa serie de cerros cónicos anteriormente mencionada; no obstante, la gran cantidad de óxidos metálicos, de que aparecen cargadas sus aguas, y dibujadas caprichosamente las hendiduras de la roca, la falta absoluta de estratificación, la disgregación de sus elementos y el color rojizo de la tierra que forma su detritus, dan lugar a sospechar que la indicada formación gneisea pasa por grados imperceptibles a confundirse con otra formación de origen basáltico, que en épocas remotas pudo atravesar y recubrir el terreno esquistoso, confundiéndose ambos a causa de la descomposición ejercida por el transcurso de los siglos en aquella arcilla rojiza.

Vienen en apoyo de esta conjetura, no solo el casi insignificante dato de la forma cónica de sus cerros, sino también el más importante de la posición relativa de la serie.

Con efecto, si se considera que todos estos cerros proceden evidentemente del monte de la Magdalena, en cuya falda oriental se halla el basalto característico, y que terminan al Oeste en la vecindad de la notable formación piroide del Campo Marzo, perteneciente a otra región, de la cual les separa tan solo el rio Deza, fácilmente se concibe que la pretendida formación basáltica establecería el lazo de unión entre el basalto de la Magdalena y la formación del Campo Marzo, y marcaría la dirección de la línea eruptiva, que presidió al levantamiento de aquellos montes: de otro modo, ambas formaciones ofrecen un extraño aislamiento. Por último, si se tiene presente que las tierras procedentes del Campo Marzo ofrecen aunque con mayor intensidad ese mismo color rojizo, que se nota en los cerros de Merza, y que es indudablemente debido a la descomposición del basalto y de la vacka, se tendrá un nuevo indicio de la identidad de origen de ambas formaciones.

Terminados estos cerros desaparece también la formación arcillosa y vuelve a presentarse el granito, que alternando con algunos crestones de cuarzo, sigue hasta el extremo de la región en la confluencia del Deza y Ulla, donde se halla cubierto por la cuenca aluvial del valle de Cira.

Los enormes fragmentos de cuarzo, que se acaban de mencionar, no sólo se hallan en las laderas de los montes, sino que deben constituir la armazón por decirlo así, del país, aun cuando, cubiertos por la formación descrita, no siempre aparezcan en la superficie.

Se ve no obstante, que en los parajes donde la acción impetuosa de las aguas verifica denudaciones, aparecen inmensos trozos de cuarzo, como sucede en el puente Sulago, sobre el Deza, que corre en aquel sitio casi oculto entre grandes peñascos, serpenteando con notable ruido, y convertidas sus aguas en espuma.

Por último, hallarse en el mismo cauce del Ulla, en el estreno septentrional de la región y en las cercanías del puente Beseve, algunos talquitos impregnados de granates, que deben proceder de la formación micasquístosa, que alterna con el gneis y el granito del monte de la Magdalena”.

FUENTES:

  • Díaz-Fierros y Fraga Vázquez, X.A. “Antonio Valenzuela Ozores”. Álbum da Ciencia. Cultura gallega.org.
  • GALICIANA. Biblioteca de Galicia. Xunta.es
  • Aportaciones de Abel Ordáx, Catedrático y profesor de Geografía. Madrid.
  • Valenzuela Ozores, A., Memoria geognóstico-agrícola sobre la provincia de Pontevedra, Memorias Real Academia de Ciencias, 1856.
  • Valenzuela Ozores, A., Memoria-estadística sobre la provincia de Pontevedra y el censo de 1860, 1862.
  • Valenzuela Ozores, A., Memoria sobre la exención temporal de impuestos concedida a las nuevas plantaciones de olivos, viñas y árboles frutales, 1862.
  • Valenzuela Ozores, A., Memoria agronómica o consideraciones sobre el mejoramiento forestal, partícula y pecuario de la provincia de Pontevedra, 1865.
  • Varios, Corona fúnebre a la memoria del Sr. D. Antonio de Valenzuela Ozores, 1867.

Antonio Vidal Neira, Madrid, 15/07/2017

 

Un pensamiento en “ANTONIO DE VALENZUEA OZORES, IMPULSOR DE LOS ESTUDIOS GEOLÓGICOS Y AGRONÓMICOS

  1. Hola Antonio: Me admira lo que sabía este señor Valenzuela, y también lo que tú averiguaste. Gracias. Está por aquí Manuel Valladares García, ya bien repuesto de su enfermedad y operación. Ayer hemos comido juntos, y te recordamos con aquella buena excursión y explicación que nos diste por Ansemil, Taboada, etc.

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